jueves, 25 de septiembre de 2008

Libros callejeros


Odio que violen a los libros callejeros,
esos fidedignos archivos dactilares
que, a modo de falsas monedas,
recorren manos y secuestran intenciones.

Detesto las sumisas tardes de domingo,
las preferidas del desempleado,
las que otorgan protagonismo al reloj
y pasean su candil cerrando portales.

Ayer fue domingo y empecé un libro;
en la página treinta y nueve
alguien había declarado su amor a lápiz.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Derrota


Me atrevo a desabrigarte
y a tu sábana de papel fugaz
el sudor le ha arrebatado
la palabra derrota
para sellar con ella tu frente.

Temerosa, se atreve a florecer
una armónica entre los pliegos
de tu labrada camisa.
Las armónicas siempre fueron
un instrumento para la guerra,
y ésta, burdel en la batalla,
saborea las cicatrices
de cientos de labios.

Tu despertar es interrogante
y mi silencio te acusa.
Te incorporas longevo
sobre tu lengua de trapo
y nuevamente huyes,
como siempre, en busca
de la trinchera de su regazo.

viernes, 12 de septiembre de 2008

La carne siempre es impaciente


Te pido disculpas por el retraso
y no haber sido puntual
en tu arrojada fiesta intrauterina.
Compruebo asombrado
que todos se marcharon ya,
pero me sorprende aún más
descubrir que olvidaron
sus más íntimas pertenencias.
No sé si me servirás una copa;
ni tan siquiera sé si reservaste
sudor en tus muslos para mí.
Dudo por tanto que conozcas
la historia de Penélope;
yo te apellidé con su lealtad
durante toda esta lejanía.
Permíteme ahora
que le suplique dispensa,
pues no te merece.
**Gracias a J.J. Téllez, cuyas metáforas,
aquí presentes, inspiraron este poema.

sábado, 6 de septiembre de 2008

Ábreme



Relátame gota a gota,
palmo a palmo, lunar tras lunar,
el agridulce transcurrir de tu cuerpo.
Quiero ocupar la página en blanco
que tu inquietud delata
e impacientarme con las treguas de tu lengua.
Pero no vaciles, sé febril;
ya sabes que mi orgullo
cabe en un dedal de inocencia,
y éste, nuestro romance,
en tanto que exento de prólogo,
es la excusa perfecta
para robarle la luna a los demás.