Dejadme en una esquina sin farola,
en un camaleónico rincón.
Que nadie responda con compasión
a la melodía de esta gramola.
El errante que reclama olvido
para florecer cristal y no espejo,
confiesa su egoísmo y un complejo
respeto al antifaz introvertido.
Pero alzar la vista y tan cerca oler
un prohibido aroma sin licencia,
arrastra suspiros por escocer.
Porque aquel día, cuanto más bebía,
tarde de otoño, más me recordaba
que no era a mí a quien quería.
en un camaleónico rincón.
Que nadie responda con compasión
a la melodía de esta gramola.
El errante que reclama olvido
para florecer cristal y no espejo,
confiesa su egoísmo y un complejo
respeto al antifaz introvertido.
Pero alzar la vista y tan cerca oler
un prohibido aroma sin licencia,
arrastra suspiros por escocer.
Porque aquel día, cuanto más bebía,
tarde de otoño, más me recordaba
que no era a mí a quien quería.
1 comentario:
Bermúdez, te ha salido con aroma de clásico.
En efecto, las noches de otoño, el alcohol y las mujeres enamoradas (de otro) no forman una buena combinación. Y, además, Romeo y Julieta. Qué ironía.
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